Gestión del tiempo
- Juan Díaz
- 28 ene 2016
- 2 Min. de lectura

¿Qué es el tiempo?
Dice Markus Mundstock, el componente de Les Luthiers en la inolvidable presentación de la obra teatral “Felisa y Abelardo”: “Time is money, el tiempo es un maní”.
Sin embargo, José Luís Sampedro opina que;
“El tiempo no es oro, el oro no vale nada, el tiempo es vida”.
A mí me parece más gracioso Mundstock pero mucho me temo que es Sampedro quien tiene razón.
Integremos a Maslow en la ecuación. Recordemos que en lo más alto de su pirámide de las necesidades se encuentra todo aquello que nos lleva a la autorrealización y en particular a la necesidad de dejar un legado.
Pues bien, la conclusión es que cada día morimos un poco y conforme se acerca el final de nuestra vida diaria, al final de la jornada profesional o personal, sea poco antes de salir de la oficina, sea al irnos a dormir, estamos abocados a hacer balance de ella. Es entonces cuando, de vez en cuando, proferimos una exclamación similar a ésta en su forma más compungida:
“Cáspita, se me ha pasado el día y no he hecho nada” (sustituya cáspita por su exabrupto favorito)
En función de la importancia del legado que queríamos dejar ese preciso día podemos sentir desde un ligero desasosiego hasta un profundo estrés, mezclados con decepción, rabia, culpa…
Para evitar esto y estar satisfechos y felices como un Buda, necesitamos un punto de partida imprescindible, que es tener identificado nuestro propósito vital o nuestro objetivo empresarial/laboral y a ser posible que esté ligado a principios más que a valores.
Por ejemplo, el famoso personaje del siglo pasado “El Dioni” tenía claros sus valores, identificó claramente sus objetivos y por un momento creyó alcanzarlos, pero estos valores no estaban alineados con principios y su sueño se desvaneció con la ayuda de la policía brasileña. Como dice Stephen Covey, hasta Hitler tenía sus valores, lo que no está tan claro es que tuviera principios.
Teniendo principios y un propósito o un objetivo ya seremos capaces de distinguir lo urgente de lo importante y por tanto, de dar prioridad a lo segundo. Recordemos que la importancia es la brújula que nos orienta hacia el objetivo. La urgencia es solo un reloj.
Para organizar nuestras tareas importantes necesitamos un método, un conjunto de normas que libere nuestra mente de estrés y que nos permita enfocarnos al 100% en hacer cosas en lugar de en recordar cosas. En Impulso promovemos el conocimiento de 2 de estos sistemas, El de David Allen, llamado “Getting Things Done”, consigue que las cosas se hagan y el de Leo Babauta, “Zen to Done”, algo así como “Hecho desde el Zen”.
Por último, nos podemos dotar de un método de consecución de objetivos como el que propone el japonés Takashi Harada, que nos proporciona la estructura ideal para desarrollar los hábitos y la autosuficiencia necesarios para alcanzarlos. Más de 60,000 personas de cerca de 300 empresas japonesas ya han incorporado este método para el desarrollo de sus empleados.
Pocas cosas son tan satisfactorias en el trabajo como tener conciencia de haber aprovechado el tiempo y de tener las tareas bajo control. Por ejemplo, yo, ahora, ya me puedo ir a dormir.
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